Sé de cosas que cuento

DramaQueen.

Pues resulta que después de casi (aún faltan tres semanas) un cuarto de siglo en la tierra, creyéndome ser una dramaqueen en potencia, este miércoles llega Vogue y me dice que no. Que lo mío no es para tanto. ¿Hola?

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Me enviaron el dichoso artículo de Vogue a uno de mis grupos de whatsApp en el que L, E y yo hablamos en general un poco de todo. En ese grupo no hay filtro, creerme. “Los psicólogos crean un sencillo test para medir tu necesidad (secreta) de drama”. La cosa pintaba mal, porque lo mío secreto lo que se dice secreto no es. Hice el test (con la misma ilusión y ganas que cuando tenía quince y hacía los de la Superpop y la Bravo. Sí yo era de esas.) bajo la advertencia de L. “vas a romper el medidor”.

Y oye, que no. Que me salió que me gustaba el drama en su justa medida. Menudo dramón esa tarde de miércoles vía whatsApp. La historia de mi vida caía en picado. ¿Si no soy una dramaqueen…me puede explicar alguien qué nombre tengo? Al final como todos los dramas…no fue para tanto. Analizamos las preguntas del test y…no. Lo siento, pero no. Vogue, sus psicólogos y yo teníamos un concepto de drama diferente. “¿Pones a veces a personas en contra para conseguir lo que quieres?”No hay más preguntas señoría. Qué clase de pregunta es esa. Eso no es de dramaqueen, eso es de psicosis, con todos mis respetos.
Después mis amigas se quedaron reflexionando sobre qué rol tenían ellas en la vida. El mío, a pesar de lo que dijera Vogue, era ser una dramaqueen.

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A las dramaqueens no nos basta con lo que tenemos. Somos unas insatisfechas. Las rubias quieren ser morenas, y las de pelo liso lo quieren rizado. Ni siquiera las castañas o las pelirrojas se conforman.

A las dramaqueens cuando estamos en una etapa lineal, estancadas, deseamos que un fantasma del pasado vuelva a darnos un giro de 180 º. Volver a sentirnos en la cresta de la montaña rusa, a punto de caernos. Para quejarnos, después.

A las dramaqueens nos gusta todo magnificado. Nuestra vida se convierte en un Gran Hermano dramático donde cualquier grano de arena se convierte en una montaña. Todo se hace grande. Todo nos viene grande, menos aquellos vaqueros de la temporada pasada…(Drama). Todo lo vivimos y lo sentimos al cien por cien. Hasta las rupturas televisivas.

A las dramaqueens los móviles táctiles nos han jugado una mala pasada. No nos gustan. Deseamos que vuelvan los teléfonos de tapa. ¿Existe algo mejor que terminar una discusión telefónica colgando uno de esos móviles con ganas, en medio de la calle? Pues no.

A las dramaqueens los domingos de resaca se nos reconoce enseguida. Estamos enfundadas en una manta de Ikea, lamentándonos por lo mal que está el mercado, por las copas de más que nos tomamos la noche anterior, por lo que dijimos, por lo que callamos….y así hasta el lunes. Nos lamentamos por todo.

A las dramaqueens nos gusta Bridget Jonhs, no asentar emocionalmente la cabeza y las tarrinas de helado de chocolate como solución a cualquier problema. También el vino y por supuesto, si estamos tristes pondremos la canción que más nos hunda. A mí me gusta llamarlo «Terapia de choque».

A las dramaqueens no nos gusta asumir la culpa. Será cosa de las casualidades, del cosmos, del universo, de un mal de ojo….de cualquiera antes que nuestra. La vida nos la tiene jurada. Y se la juramos a Rose cada vez que vemos Titanic por no hacerle sitio a Jack. Y punto.

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Pero también, dramaqueens mías, hay que reconocer algo. Que después, cuando existe un problema real, cuando el mundo se tambalea…no hacemos nada. Nos encerramos en una burbuja. No hay dramas. No hay sentimientos. No hay emociones. Solo hay espera. Y no queremos que venga un príncipe azul a salvarnos, igual que Edward a Vivian en limusina y con un ramo de rosas en la mano. No. Solo queremos ver aparecer a la variopinta dramaqueen que vive dentro de nosotras y (esto sí que es secreto) nos saca una sonrisa cada vez que analizamos lo tontas que hemos sido.

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Fdo. Una dramaqueen que sabe de las cosas que se cuentan. 

6 comentarios sobre “DramaQueen.

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